Alquilo un piso al lado mismo de la catedral y realizo de forma febril unos cuarenta cuadros siempre con el mismo motivo: la fachada vista en diferentes horas del día.
Trabajaba a la vez en siete u ocho cuadros que iba cambiando a medida que la luz variaba. Son una de las obras cumbres del expresionismo, pinceladas gruesas, imagenes borrosas, texturas rugosas; una genialidad sin duda.





